Ad portas de empezar un nuevo año, todas aquellas personas que tenemos un mínimo de preocupación por nuestro futuro, empezamos a hacer un recuento sobre el año que termina. Es obvio que este diagnóstico estará centrado en una serie de decisiones que fuimos tomando a lo largo del año y que permitieron que el 2017 que se va, haya sido un año lleno de logros y metas cumplidas, o por el contrario, nos invadirá un sentimiento de frustración al ver que no logramos concretar aquellas metas que nos planteamos a inicios de año.
Lo cierto es que el nivel de satisfacción respecto al logro está en función de una palabra clave: DECISIONES. Todo nuestro día a día está plagado de decisiones que hemos ido tomando a lo largo del año, por lo cual me permito en este artículo dedicarle unas palabras a los tres tipos de decisiones que dominan nuestra vida y que pueden ser las causantes de grandes alegrías, o de inmensas frustraciones.
Por lo tanto, nuestras decisiones (sobre todo las de consumo, y que obviamente están relacionadas a nuestro dinero), pueden ser de tres tipos:
Es el cerebro el que prima en la toma de la decisión. Y lo cierto es que el cerebro procesa razones y no emociones. Este tipo de decisiones están centradas en la productividad, o eficiencia de un plan. El cerebro no transa. Tiene una meta o un plan definido y hará hasta lo imposible por llegar a la meta. Cuando se tratan de decisiones de dinero relacionadas al consumo, la respuesta normalmente es sencilla, ya que se basan en un presupuesto asignado o en mi capacidad de pago. Son decisiones muy sencillas de tomar; sin embargo, más del 90% de personas de la Población Económicamente Activa de los países de Latinoamérica no toman decisiones basadas en la razón porque en muchos casos implica poner en práctica un hábito que sólo las personas exitosas tienen: Aprender a postergar la gratificación.
En las personas que basan su accionar en decisiones racionales, saben perfectamente que puede “resultar doloroso” en el corto plazo postergar algunas decisiones de consumo a fin de evitar ser presa de los depredadores financieros, encabezados por los créditos de consumo o las deudas con tarjeta de crédito a tasas de interés elevadísimas. Terminan cediendo su capacidad de elección en favor de terceros. Terminan perdiendo su libertad.
Esta es una verdad que todos sabemos: La mayoría de decisiones de compra son generadas sobre la base de nuestras emociones. La máxima es la siguiente: “Porque la vida es ahora” o Si no es ahora… ¿Cuando? ¡Disfruta la vida!
Básicamente es por nuestras emociones que decidimos ver los mundiales de futbol en televisores de última tecnología por los cuales terminamos pagando precios increíblemente altos, (seducidos porque la cuota mensual se acomoda a tu sueldo), en más de 36 o 48 cuotas mensuales, y por supuesto con intereses que al final me hubiesen permitido comprar por lo menos dos o tres de esos aparatos.
El corazón es uno de los principales causantes de los descalabros financieros de las personas. El cerebro procesa información racional, pero el corazón termina dominando absolutamente las decisiones. Esta es la principal razón por la cual las personas terminan hipotecando su futuro financiero en favor de terceros.
Sin embargo, hay un tercer tipo de decisiones que han irrumpido últimamente el espectro de nuestras decisiones y cuyo impacto resulta fulminante en la vida de las personas, y nubla la influencia del corazón y de la razón.
Son decisiones que no las tomamos con la mente o con el corazón, sino con los genitales (¡así como suena!). Se basa en nuestro deseo de sentirnos inmediata y absolutamente superiores y diferentes a personas de nuestro entorno. En las decisiones emocionales, el cerebro intenta librar una lucha en tu interior a fin de que puedas entrar en razón; sin embargo, en las decisiones impulsivas, la influencia del cerebro esta´ 100% bloqueada; es nula y jamás podrá vencer al deseo extremo de superación o de estatus. Estar cool y ser diferente, ¡simplemente no tiene precio! ¿Acaso hay algo más irracional que el deseo extremo?
Esta es la razón por la que prefiero gastar en marcas de celulares que pueden costarme US$ 1,200 cuando un teléfono similar en otra marca cuesta US$ 89, o en notebooks “de marca” que pueden costarme tres o cuatro veces más que otros modelos similares en el mercado.
No es casualidad que Apple sea la compañía con mayor capitalización bursátil del mundo. ¡El deseo de ser diferente no tiene precio!, o no te imaginas la sensación de abrir tu MAC en pleno Starbucks, rodeado de un grupo de amigos que tú sabes están viéndote como una persona “diferente”
Espero que este artículo pueda ayudarte a clarificar el tipo de decisiones que priman en tu vida. Si están basadas en la “satisfacción irracional de caprichos”, sin que importe la razón o el precio, claramente tus hábitos de gasto te van a llevar a caminar por el filo del desorden y la quiebra financiera.
Y no te confundas. Una persona con buenos hábitos y principios financieros puede tener absolutamente todo y más de lo que puede alcanzar una persona emocional o impulsiva, pero con verdadera felicidad financiera. Recuerda: Tú decides tu grado de incomodidad financiera. Tranquilidad y felicidad financiera son dos principios que nunca debes negociar.
¡Te deseo el mayor de los éxitos en este 2018!